jueves, 27 de agosto de 2009

Camino de Santiago de Aire Libre

Del 31 de julio al 6 de agosto, aprovechando el final del campamento de verano y el hecho de encontrarnos en el Norte de la península, un pequeño grupo de seis socios de Aire Libre realizamos, como ya viene siendo habitual, el Camino de Santiago.

En esta edición, y ya van tres, nos decidimos a realizar el más habitual de los numerosos caminos que llegan a Santiago a la tumba del apóstol, el Camino Francés, después de haber realizado en años anteriores y por las mismas fechas el Camino de la Vía de la Plata desde Orense en 2007 y el Camino Portugués desde Tuy en 2008.

El mismo día 31, tras salir a pie desde el mismo campamento de Boñar y después de un periplo ferroviario con hasta tres trenes distintos, llegamos a Sarria (Lugo), desde donde a la mañana siguiente iniciamos nuestra peregrinación dispuestos a completar en cuatro jornadas los 112 kilómetros que separan esta localidad lucense de la Catedral de Santiago de Compostela.

La primera etapa se vio marcada por la intensa lluvia caída, pues los primeros chubascos dieron paso a un considerable aguacero tormentoso que nos obligó a quedarnos en Portomarín, habiendo completado sólo 22 de los 37 kilómetros previstos en esta jornada, lo que alteraba los planes iniciales pero suponía la única alternativa posible para evitar el resfriado después de calarnos completamente.

Al día siguiente salimos casi al alba para aprovechar la jornada y alcanzar la localidad coruñesa de Melide, famosa por su exquisito pulpo. Los más de 39 kilómetros de distancia se hicieron más llevaderos por la expectativa de degustar el delicioso manjar del pulpo a feira, si bien algunos de nuestros caminantes no pudieron siquiera probarlo por llegar más tarde de lo previsto y encontrarse ya cerradas las cocinas.

La tercera etapa la volvimos a iniciar al filo del alba, después de un desayuno memorable en una cafetería de Melide en la que Nacho Bauzano hizo buenas migas con un lugareño. La larga caminata del día anterior, que había hecho estragos en nuestro cuerpo, nos obligó a parar en Arzúa a reponer el botiquín y algunas provisiones y poder caminar con mayores garantías hacia Arca do Pino en una etapa de más de 33 kilómetros.

Pero si en Arzúa aliviamos nuestro cuerpo de las lesiones sufridas, en Ferreiros, a 10 kilómetros del fin de la etapa, animamos nuestro espíritu sobre todo los caminantes béticos (Nacho Olea, Nacho Bauzano, Carmen Medina y un servidor) en un bar dedicado al Glorioso que nos había recomendado el Padre Chico previamente. Junto a una foto de él en el tablón de visitantes colocamos un carné y un calendario de la Peña Juan Andante y una pegatina del escudo firmada por todos y nos hicimos las preceptivas fotos con la dueña del establecimiento en un momento de euforia verdiblanca. Hay que mencionar también que los caminantes sevillistas (Manolo y Carmen Razo) tuvieron una actitud señorial ante todo y disfrutaron con los magníficos bocadillos de tortilla de huevos de corral que allí preparaban.

La última etapa, de llegada a Santiago, se nos hizo un poco más larga de los 18 kilómetros que anunciaban los hitos kilométricos y a trancas y a barrancas, con las fuerzas bastante mermadas, conseguimos fundirnos en un sentido abrazo al llegar a la Plaza del Obradoiro (¿o era de O Cebreiro, Nacho?) ante el Pórtico de la Gloria, con la alegría de haber llegado a nuestra meta espiritual.

Por ello, nada más encontrar alojamiento en una pensión céntrica, nos dispusimos a celebrarlo por todo lo alto con un homenaje como manda el Apóstol en el ya clásico Restaurante El Puente, en la carretera de Pontevedra. Allí disfrutamos de las delicias gastronómicas gallegas en una comida que se prolongó hasta las siete y media de la tarde y que quedará marcada por la anécdota de las papas fritas con mayonesa de Nacho Olea, que las prefirió antes que comerse una nécora más por el esfuerzo que suponía abrir el marisco.

Tras el largo almuerzo volvimos a la pensión a descansar y a la noche para cenar visitamos otro lugar clásico de los Caminos de Aire Libre, el bar O´46 de la Rúa do Franco en el que un año más saludamos a los carismáticos dueños que lo regentan. A la mañana siguiente acudimos a la misa de peregrinos y después de la misma realizamos los trámites de expedición de la Compostela, el certificado que acredita haber realizado a pie los últimos cien kilómetros hasta Santiago. Es digno de alabar el esfuerzo de Nacho Bauzano por sellar las credenciales en todos los lugares que parábamos, con lo que no dudaron lo más mínimo por la longitud excesiva o de locos en palabras de Nacho Olea de algunas de nuestras particulares etapas.

A las cuatro de la tarde salimos en el autobús para Sevilla, con casi catorce horas de viaje por delante, aunque tuvimos la "suerte" de que en Vigo se montaron unos hermanos que bien podrían formar una pareja humorística y que amenizaron todo el resto del viaje. A las seis menos cuarto de la mañana llegamos a nuestra ciudad con caras de cansancio pero con la felicidad de haber pasado unos días inolvidables, en una experiencia que recomendamos a todo aquel que quiera realizarla.