jueves, 30 de agosto de 2012

Camino de Santiago de Aire Libre

Como ya es tradicional desde hace varios años, algunos integrantes de Aire libre comienzan, tras acabar el campamento, su peregrinación hacia Santiago de Compostela.

Este año, optamos por realizar el Camino Francés a pie, comenzando desde León, en un total de 13 etapas.

Llegamos a León el día 2 de Agosto, tras un duro viaje de 12 horas en autobús. Nada más llegar, ya anocheciendo, buscamos refugio en los albergues de la ciudad. Finalmente nos acogieron en un convento donde, tras sellarnos las credenciales, disfrutamos de una emotiva misa. La primera noche, tocó dormir en colchonetas.

Nos levantamos temprano al día siguiente, deseando comenzar nuestra primera etapa que terminaría en San Martín del Camino. El grupo formado por 3 personas (2 pertenecientes a Aire Libre), iniciaba su particular Camino cargado de ilusiones y buenas intenciones, además de una pesada mochila a la espalda.

Llevábamos lo necesario: poca ropa, poco dinero, algunas medicinas y la comida del día. No hacía falta nada más lo más importante era un puñado de ilusión.

Hicimos amigos desde el primer día, y siempre se respiraba buen ambiente gente de muchas partes de España incluso de Argentina . En las etapas había tiempo para todo, para reflexionar, para observar el maravilloso paisaje, para tomar algunas fotografías, realizar vídeos…

En el albergue descansábamos, lavábamos, jugábamos al Kiriki y hacíamos hasta una revisión del día todas las noches para ver como había ido el día y mejorar para el próximo.

Pasamos por conocidas ciudades como Astorga, Ponferrada y por otros clásicos lugares para Aire Libre como  El Cebreiro o Molinaseca.
                                                     
En Molinaseca sacamos tiempo para tirarnos a la piscina natural, tan helada como siempre. Tras ello fuimos al bar a beber agua. El camarero al ver nuestras camisetas nos recibió alegremente con un -“¡Vaya!, ¿Ya estáis aquí?” Se acordaba de todos esos pequeños vestidos con las camiseta amarillas que llenaban el bar en busca de helados o refrescos. Tras ese agradable encuentro, pusimos rumbo a Ponferrada en una dura bajada y una gran vuelta a la ciudad.

Las primeras etapas no resultaron ser muy duras, pero el dolor llegaría pronto. Los dorsales, los gemelos… multitud de músculos se resistían al final de las etapas, aunque las ampollas por suerte nos respetaron. Nuestro amigo sí sufrió más debido una tendinitis que casi le hace abandonar.

Llegó por fin el día, la etapa más dura de nuestro Camino “la etapa Reina”, el ascenso a  El Cebreiro. Comenzó muy bien, tranquilos y con energía. Los primeros 23  kilómetros eran relativamente llanos,  no así los 8 restantes, en los cuales la subida superaba los 800 metros. Cada poco tiempo teníamos que parar a descansar y beber pues era realmente duro. Además el sol nos acompañaba, por lo que nos tuvimos que poner un sombrero, o en su defecto una pañoleta en la cabeza cual pirata.  Finalmente llegamos a “la cima” y nos tomamos un verdadero y reconfortante descanso en forma de siesta, de 3 horas y medios para ser exacto.
                                                
Las etapas eran realmente bonitas, en medio de la naturaleza, con mucha vegetación, oxígeno puro, paisajes increíbles como los Montes de León… en definitiva, Aire Libre.

Los días pasaban, y el buen ambiente seguía reinando, ya en tierras gallegas. Nuestro grupo, que junto a los amigos que hicimos había aumentado a 9 personas, tuvo que dividirse en las últimas etapas, pues nosotros tres decidimos acortar un día debido a asuntos personales que nos obligaba a adelantar un día nuestra llegada a Sevilla.

En Melide, tras una durísima etapa (dos en una) de más de 41 kilómetros, llegamos justo a tiempo para ver la final de Baloncesto de los JJ.OO de Londres, la cual disputaba España. Aunque el resultado no fue favorable, disfrutamos de un gran partido en compañía de otros peregrinos. También disfrutamos de una tapa de exquisito pulpo en la recomendada por miembros de Aire Libre pulpería Ezequiel ,se la aconsejamos para los próximos caminantes.
                                                          
La penúltima etapa nos dejó en Pedrouzo. Puesto que también hacíamos dos etapas en una, llegamos algo tarde, lo suficiente para no tener albergue. Por suerte había un polideportivo donde pudimos resguardarnos de la lluvia y dormir en colchonetas la noche antes de llegar a Santiago.

La última etapa, cómo no, fue especial. Era la última, solo 20 kilómetros nos alejaban de la tan esperada ciudad de Santiago. Llovía, pero eso ya no era inconveniente con toda la ilusión que llevábamos no nos damos ni cuenta. Habíamos sufrido mucho y ya quedaba tan poco para la ciudad de Compostela…

Por fin llegamos a Santiago, aunque la Catedral aún estaba lejos. Unos kilómetros más y… ahí estaba, el túnel que nos llevaba justo a la Catedral.

Primera vez que lo cruzaba uno, tercera para otro, pero la misma ilusión, eso seguro. Bajamos las escaleras mirando hacia abajo, y llegamos hasta el centro de la plaza, de espaldas a la Catedral. Contamos hasta tres y nos dimos la vuelta… Ahí estaba la Catedral, preciosa, rodeada de cientos peregrinos, enfrente de nosotros algunos de los integrantes incluso se emocionó , pocas palabras para describir ese momento tan especial.
                                                 
Corrimos a por la credencial y tras ello buscamos un albergue. El dinero escaseaba y sólo pudimos encontrar uno en el cual dormiríamos en colchonetas en el cuarto de la lavadora. Daba igual, deseábamos ir rápido a la Catedral para no perdernos la Misa del Peregrino.
La Misa fue muy emotiva, comulgamos y nos confesamos. Aunque la Catedral estaba a rebosar, tuvimos tiempo para hacernos decenas de fotos, visitar la tumba del Apóstol, abrazar al Santo…

Esa noche salimos por Santiago, junto a nuestros amigos que también acortaron una etapa al final, y nos lo pasamos genial, tomando algo típico de allí como era la “Queimada” y recordando momentos que nunca se nos olvidran.

Esta es nuestra historia, lo “fácil” de contar, pero hay otras muchas cosas, cosas que no se pueden explicar con palabras, cosas y experiencias que hay que vivirlas.

Los momentos que se viven en el Camino son muy difíciles de vivir en otro sitio, los actos de generosidad desinteresada, las amistades que se crean o que se refuerzan, así como los momentos personales con uno mismo y con Dios.

Por todo y esto y por mucho más recomendamos que, al menos una vez en vuestra vida, realicéis el Camino de Santiago. De verdad, merece la pena.

“El dolor es pasajero, pero la gloria es temporAL”

Un cordial saludo.

                                         José Joaquín Gragera Contador y Juan Romero de Terry

1 comentario:

Paco Rubio dijo...

enhorabuena por el articulo. el camino atrapa. ojala un dia caminemos juntos. ultreia et suseia!