Parece como si este periodo que nos está tocando vivir no fuese sólo una tremenda, oscura y peligrosamente larga crisis económica, sino que como una traicionera enfermedad infecciosa ha ido colándose por los vasos sanguíneos de nuestra sociedad dañando otros órganos y tejidos. Todo se encuentra ahora en cuestión ( a Dios gracias) y supuestos, formas y pensamientos que dábamos por buenos hace dos o tres años empiezan a ser señalados como partes de ese organismo enfermo y como diana de la cirugía más invasiva para tratar así de que el mal no se contagie a lo que aún queda sano.
Digo todo esto porque creo firmemente que Aire Libre es una de esas partes del cuerpo que siguen (y modestamente creo que siempre ha sido así) tan sanas como cuando nacieron. Ahora que la educación se señala como uno de los grandes lastres para el desarrollo de nuestro país, que la familia se lava las manos y deja que sean los colegios, institutos y hasta la televisión (¡madre mía!) o las redes sociales quienes formen a nuestro jóvenes, más orgulloso me encuentro de la labor que hemos venido haciendo, y menos entiendo que el apoyo que debiéramos recibir no sea tal sino un camino sembrado de obstáculos.
Compartir - Desde que hace casi treinta años un cura claretiano en Sevilla apostase por educar a adolescentes lejos de los pupitres y las pizarras, este modo de formar personas sigue funcionando. Siempre digo que haber pasado horas preparando una acampada (organización), devanándonos los sesos por cuadrar presupuestos imposibles (finanzas) montar a cincuenta chicos en un autobús y proponerles decenas de actividades en un fin de semana que siempre se queda corto (gestión/dirección de actividades) y hacerlo todo siempre en grupo (trabajo en equipo) han hecho de todos nosotros hombres y mujeres que allá donde trabajan demuestran unas habilidades y destrezas que no pueden ser referenciadas en curriculum alguno, pero que son sin duda nuestro mejor aval cada vez que se nos nombra en nuestras empresas; no es extraño tampoco, que recaigan sobre nosotros tareas extra, responsabilidades y encargos gracias a ese intangible que a todos nos ha dejado el paso por Aire Libre.
Y siendo así, aun entiendo menos la falta de apoyo que demando. Porque si todo lo que os cuento es cierto, aun así, hay algo que supera todo eso. Algo que de no existir, no nos separaría ni un ápice de un grupo Scout o de los profesionales de la tirolina o el tiro con arco: el convencimiento absoluto de que somos cristianos, ítem más, claretianos. La seguridad de que nuestros actos educan más que nuestras palabras y que esa es nuestra principal labor con los acampados; que hablan nuestros gestos de la alegría de sentirnos hijos de un mismo Padre que nos quiere y de que, con olvidos humanos, queremos hacer realidad cada vez que nos ponemos el traje de monitor aquello de tener corazón de hijo para con Dios, de juez para con nosotros y de madre para con todos los demás.
Compartir - En una edición juvenil de la biografía del santo Padre Juan Pablo II escrita por el periodista Miguel Álvarez, leí (y subrayé) una vez el siguiente fragmento: Las condiciones políticas de la nación, que ponen trabas a casi toda clase de reuniones, llevan a karol Wojtila a descubrir una nueva fórmula de apostolado. De manera bastante improvisada, comienza a realizar excursiones con jóvenes que le acompañan con entusiasmo a escalar montañas, a esquiar por sus laderas invernales o, en el buen tiempo, a navegar en piragua por ríos y lagos, a rodar en bicicleta hacia un santuario de la Virgen: Kalwaria, Czestochowa
Estas salidas a campo abierto que terminan sentados junto al fuego para cantar, charlar, bromear y reir sirven para que los jóvenes abran su alma y se dejen ayudar por este sacerdote de profunda espiritualidad y de buen humor [ ]
En este ambiente, en contacto directo con la naturaleza, sintiéndose atraídos por la belleza de los bosques, de los valles, de los maravillosos panoramas oteados desde las cumbres, tío karol y sus amigos descubren de una manera directa y real a Dios, haciendo oración en lo alto de una roca o contemplando las aguas tranquilas de un lago. Entienden que Dios está con ellos, y esa convicción les anima a ser mejores estudiantes y buenos cristianos Os aseguro que mientras leía estas páginas veía acampados de Aire Libre sentados junto al p. Wojtila y me sonreía.
Y por eso me cuesta tanto entender que se nos nieguen apoyos y que aumenten las trabas a la ilusión de unos chicos que dirigen el grupo más estable de cuantos han ido ofreciendo alternativas en la educación a los alumnos del Colegio Claret de Sevilla.
Compartir - Piensen (me dirijo ahora a quien corresponda) qué ha hecho posible que sólo Aire Libre persista tres decenas de años después de nacer, y tras haber visto como otros tantos proyectos desaparecieron igual que llegaron y, entre ellos, la propia Asociación de Antiguos Alumnos, un taller de teatrotodos ellos, lamentablemente, sin los apoyos necesarios por parte del colegio para continuar con una labor siempre altruista.
Exíjannos como a una parte más del día a día del colegio, pero permítannos conservar las particularidades que nos han hecho ser lo que somos. Déjennos seguir llenando autobuses y educando niños entre pinos, olas, castaños o nieve, allí donde es más evidente la obra de Dios. Confíen en chicos de dieciséis, diecisiete o veinte años que hace poco ocupaban las aulas que los que un día imaginamos esto de Aire Libre dejamos vacías hace tiempo. Convénzanse de que lo que hacemos es también pastoral y permítannos sentirnos parte de la maravillosa obra del Padre Claret.
José María Rubio