El pasado fin de semana, 21 a 23 de noviembre, estuve en mi primera acampada. La verdad es que no me podía esperar que existieran cosas así de divertidas. Llegamos a una finca grandísima, pero como era de noche mi madre no me dejó bajarme del coche y hacer el camino andando con el resto de los niños. A la mañana siguiente me quedé impresionada de lo bonito que era todo y lo verde, y la cantidad de animales: gallinas, cerdos, caballos, vacas y hasta varios chivitos recién nacidos. Esos niños grandes que me ha dicho mi padre que se llaman monitores, estuvieron todo el día organizando juegos y talleres, pendientes siempre de todos los acampados. Había otro grupo que se llevaba todo el día cocinando para que llegada la hora la comida estuviera en su punto y calentita. Me gustaron mucho las papas con costillas y el cocido de garbanzos con su pringá. Antes de dormir además nos daban un cola cao calentito, hum, qué bueno…
Otro grupo eran los animadores, ésos sí que no los entiendo: Todo el día fregando y limpiando, y en vez de quejarse se dedicaban a cantar, y con una cara de alegría ¿…?.
Otro señor que había por allí se llamaba Francis y aunque me dijeron desde el primer momento que era el cura, no me lo creí hasta que no lo vi celebrar la Eucaristía, estaba acostumbrada a curas serios y éste, nada de eso.

También estuvieron Ana, la enfermera del campamento, y Gonzalo. Y mis abuelos después de muchos años volvieron a una acampada, se ve que les sigue picando el gusanillo, claro, en casa siempre están hablando de Aire Libre. Bueno, no me enrollo más.
Sólo decir que estoy deseando volver, y que el domingo nada más llegar, llamé por teléfono a Mariquilla, Anita, Blanca, Jesús y Paula para contarle todo y que vengan conmigo a la próxima acampada de Aire Libre.
Inés Rubio
