Dicen que la pluma es más fuerte que la espada, y que junto a la forma de actuar de los hombres constituye el mecanismo más propio de las personas para expresar sus pensamientos y convicciones. A través de la palabra, los seres humanos son capaces de dejar un testimonio resistente a la cruel memoria que siempre amenaza con olvidar.
Pero existe un dilema, un gran dilema que llena de impotencia, que surge cuando el hombre común no es capaz de expresar con palabras las experiencias vividas. Plasmar en el papel las emociones más intensas sólo está al alcance de aquellos a los que Dios premió con la capacidad de hacer arte mediante la pluma.
No es el caso de los que han vivido un nuevo Campamento en tierras castellanas, al menos de momento. Pero ellos sí han tenido la gran oportunidad de disfrutar de la experiencia.
Todo comenzó… Bueno en realidad no comenzó porque el Campamento nunca termina, ni siquiera en la mente de aquellas personas que por diversos motivos lo han abandonado presencialmente. La tradición volvió a cumplirse, ya casi tiene aroma a rito, el diecisiete de julio muy temprano, ni siquiera en los albores del día pues aún era noche cerrada, aparecían por la calle de los autobuses los cuatro Haros que habrían de llevarnos hacia León, sí hacia León otra vez, pero eso no es problema, porque cada Campamento es un mundo, una realidad efímera completamente distinta a las demás. Un largo viaje, amenizado por las canciones y las anécdotas nos trasladó, como si de un viaje en el tiempo se tratase, de nuevo a la metáfora más bella de la infancia que la gente del Campamento conoce. Nos bajamos. Todo continuó.
Reencuentros con amigos, proyectos por realizar, programas por poner en práctica, ilusión a raudales por cada esquina, convivencia… Y lo que es más importante acampados por divertir pero también por educar en valores cristianos. Ya se sabe que creemos firmemente en la simbiosis que forman educación y diversión, una fórmula ilusionante abonada al éxito.
Los más pequeños, los de cuarto, montaron en pocos minutos un zoológico. Mención especial merece su magnífica mascota, de las mejores de la historia del Campamento. Muchos monitores jóvenes e ilusionados han hecho las delicias de un grupo de locos bajitos que ya durante este año se afanarán en cultivar la semilla que los campamentos han puesto en ellos.
Los de quinto venían desde la antigua Grecia, una civilización moderna para su época, que sentó las bases de lo que hoy es la sociedad. Ellos desbordaron imaginación en cada actividad, cada disfraz era mejor que el anterior. Pudieron disfrutar de un enclave espectacular: Molinaseca. También se les vio subir por un rocódromo digno de los mejores escaladores. El último día, fruto del intenso trabajo, lágrimas de felicidad.
El Gran Circo de sexto colocó su carpa en Boñar con mucha celeridad. Un curso de payasos, literalmente. Sus gorros, narices, utensilios de broma fueron los animadores del Campamento, y sus canciones, compuestas con el cariño más absoluto hacia la tarea realizada, dieron melodía a los intensos días. Anduvieron por sendas centenarias siguiendo los pasos del Apóstol que patronea España. Allí vivieron una experiencia que a buen seguro no les dejará indiferentes. Ojalá esos acampados hayan aprovechado esos pasos para descubrir el Camino y ser en un futuro no muy lejano peregrinos a Santiago.
Por el río Porma subió hasta el Campamento un “Drakkar vikingo”, de la nave bajó un grupo de monitores dispuesto a capitanear la diversión de un curso numeroso a la vez que ruidoso. Muy buena la letra de sus canciones, su decorado y la puesta en escena. Los disfraces fueron excelentes y dieron mucho juego, sobre todo con el intenso frío leonés: “tienes más frío que un vikingo”. Las actividades muy trabajadas y al igual que sus compañeros, los anacrónicos payasos, disfrutaron del Camino de las Estrellas.
Llegó al Campamento una furgoneta negra, con una franja roja en el lateral, comandada por Anibal Smith, de ella comenzaron a salir acampados, los mayores, los que sabían que su amarillo viaje tocaba su fin. Caminaron hasta O´Cebreiro, por unas sendas que son exponente del profundo bosque gallego. Hicieron una pequeña incursión en el mundo de la televisión rodando un capítulo de “MTV TUNING” que quedará para la posteridad. Al final, muchas lágrimas, sabedoras de que no en todos los casos será posible el reencuentro, esa palabra que todos añoramos cuando volvemos al autocar que nos regresará a Sevilla.
Los animadores como siempre, a lo suyo, a servir y a disfrutar sirviendo a los demás. Un curso muy numeroso pero de mucha profundidad en sus planteamientos. Oraciones muy intensas, destinadas a conocer que quiere Jesús de los jóvenes y reflexiones muy trascendentes acerca de los valores que el Campamento quiere en sus futuros monitores. También han tenido la bella oportunidad de entrar en contacto con la naturaleza en primera persona, no en vano, recorrieron la Ruta del Cares, un paraíso natural cercano que dejó perplejo al más pintado. Llegados al final se completa la metáfora antes mencionada. Cuando un animador se para a pensar con sosiego en lo que está viviendo ya ha llegado el día de la partida: apenas sin darnos cuentas dejamos de ser niños para pasar a ser adultos, animador de vuelta a casa…
El Campamento no termina, durante el año seguimos trabajando, cultivando la semilla que un día unos locos apasionados por educar divirtiendo sembraron en nosotros. Necesitamos cultivarla, disfrutar, pensar, idear, coger una libreta y colocarla junto a la carpeta de la universidad para en ella escribir las ideas más absurdas… Ya estamos trabajando para que el año que viene sea más complicado si cabe escribir estas palabras…
Es difícil resumir en pocas líneas el Campamento, por eso, en días próximos se irán publicando textos pertenecientes al Campamento, cada uno con un matiz distinto, que a buen seguro nos ayudarán a describir la experiencia con más claridad.
Manuel Razo Martín
2 comentarios:
Manuel de Cervantes Saavedra, como siempre sensacionAL...
La pluma no desmerece. A quienes estuvimos esta vez solo un ratito, la crónica-resumen nos aclara mucho de lo que vivimos, sobre todo en el fuego de animadores. Qué ganas de tener otra vez veinte añitos! sed buenos
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